“Donde la tierra ha temblado volverá a temblar”.
Esta cita acuñada por el científico y escritor Plinio hace poco menos de 2.000
años sirve de aviso preventivo para las zonas que han sufrido grandes
terremotos a lo largo de la historia. Regiones como Andalucía tienen un amplio
historial de sacudidas y temblores en el pasado y se han convertido en el foco
de atención para el estudio de los seísmos. La clave, apuntan los expertos,
está en saber cuándo volverán a producirse dichos terremotos y prepararse para
sus efectos.
Hace 200 millones de años el supercontinente que
agrupaba todas las tierras emergentes sobre el nivel del mar (Pangea) se rompió
en varios trozos (placas tectónicas) que comenzaron a deslizarse sobre el manto
fluido que hay bajo la corteza terrestre generando los continentes actuales.
“Este movimiento de placas crea fracturas en el terreno (fallas) y forma
grandes acumulaciones de energía bajo la superficie que se liberan de forma
brusca y repentina en forma de ondas sísmicas, así es cómo se producen los
terremotos”, explica el catedrático de Geofísica por la Universidad de Granada
y director del Instituto Andaluz de Geofísica y Prevención de Desastres
Sísmicos, José Morales.
El Sur de la Península Ibérica está ubicado,
precisamente, en una zona de contacto entre dos placas tectónicas: la
Euroasiática (que abarca Europa, la mayor parte de Asia y el Atlántico
norte-oriental) y la africana (que incluye todo el continente africano, el
Atlántico sur-oriental y el Océano Indico occidental). “Ésta es la principal
razón por la que Andalucía tiene una alta exposición a la actividad sísmica”,
matiza el experto. De este modo, no es fácil marcar el límite entre ambas
placas. “Se trata de un borde difuso que no está concentrado en una sola falla
y que es muy complicado de localizar”, añade Morales.
Según apuntan los expertos, el nivel de
instrumentación científica actual no permite predecir la hora, la magnitud y el
lugar exacto donde va a suceder un terremoto. “Lo que sí podemos saber es la
posibilidad de que se produzca una sacudida en un plazo de tiempo determinado”,
comenta Morales. Y aclara: “Para hacer un buen pronóstico hay que estudiar el
ciclo sísmico completo de las fallas activas de nuestra región. Para ello hay
que medir el tiempo que transcurre entre los dos terremotos de mayor magnitud
que se han producido en una misma estructura sísmica, es decir los que más
energía han liberado”.
A partir de estos datos es posible ‘medir’ la
deformación que se va acumulando en la falla y calcular cuánto tiempo le queda
antes de romperse generando un terremoto.
“Éste puede variar dependiendo de la región y oscilar entre el centenar
y los variosmiles de años, y apenas hace cien que los científicos cuentan con
la tecnología adecuada para desarrollar estas investigaciones”, comenta el
investigador.
Red
de seguimiento sísmico
El Instituto Andaluz de Geofísica y Prevención de
Desastres Sísmicos ha desplegado una red de estaciones de seguimiento para
monitorizar la actividad sísmica que hay en el Sur de la Península Ibérica y en
el Norte de África cuyo objetivo es capturar y documentar todos los temblores
que se producen en estas regiones. “La interpretación de estos datos es
fundamental para conocer la sismicidad de la zona y prevenir futuras sacudidas
en la superficie terrestre”, argumenta.
Esta red de monitorización cuenta con una serie de
sensores (sismómetros) distribuidos por el Sur de España y el Norte de África
que traducen el movimiento del suelo en una señal eléctrica. Analizando estos
registros se puede saber la magnitud de un sismo (energía liberada por la
rotura o el desplazamiento de rocas en la falla). Las estaciones cuentan
también con una pequeña antena GPS que permite localizar espacial y
temporalmente cada terremoto.
Dicha información es enviada a un sistema central
donde se analiza y estudian los sismogramas (movimientos del suelo registrados
por los sismómetros) y donde quedan almacenados en una base de datos. “Estas
estaciones se ubican en lugares remotos, alejadas de carreteras y poblaciones
para que no se vean alteradas por el ruido que generamos. La mayoría de ellas
se autoabastecen de energía mediante placas solares dado que la corriente
eléctrica no llega a estos lugares”, explica Morales.
Zonas
de riesgo
El investigador, José Morales, realizando pruebas de
funcionamiento de redes de seguimiento de actividad sísmica.
Los datos que actualmente se conocen concentran la
peligrosidad sísmica de Andalucía en varias zonas. Por un lado, la parte
centro-oriental de la comunidad (Málaga, Granada y Almería) que junto con las
áreas de Murcia y Alicante son las de mayor peligrosidad en España; y por otro,
las zonas del Golfo de Cádiz y el Mar de Alborán, Norte de Marruecos y Argelia.
Uno de los últimos terremotos que tuvo consecuencias
catastróficas en el Sur de la Península fue el que se produjo en 1884 en la
comarca de Alhama de Granada con más de mil víctimas mortales cuya sacudida
tuvo una magnitud de 6.7 aproximadamente. “Fue un terremoto más bien moderado,
el problema es que se produjo en una zona muy vulnerable, las construcciones de
la época no estaban preparadas y por eso los efectos fueron tan devastadores”,
recuerda el investigador. Por otro lado, el epicentro, punto de la superficie
terrestre más cercano al punto interior de la tierra donde se origina el
terremoto y donde el sismo se siente con más intensidad, estaba localizado
cerca del municipio de Arenas del Rey, que fue el más perjudicado junto con Alhamade
Granada y Ventas de Zafarraya.
De esta forma, los especialistas apuntan que a la
hora de valorar el impacto de un terremoto en una población no es sólo
importante tener en cuenta la magnitud del mismo, sino que también hay que
considerar otros aspectos como la vulnerabilidad de las construcciones o el
lugar en el que se origina el terremoto, dado que su proximidad a zonas
habitadas puede tener consecuencias catastróficas.
Medidas
preventivas
Los expertos del Instituto Andaluz de Geofísica y
Prevención de Desastres Sísmicos asesoran a las fuerzas de la protección civil,
ayuntamientos y otros organismos para prevenir el impacto de estos fenómenos
naturales. “Hay una serie de medidas preventivas que pueden minimizar los daños
e impactos de un terremoto”, aclara Morales. Algunas de ellas sugieren revisar
la estructura de la vivienda, controlar el estado de las partes que primero se
desprenden (chimeneas, revestimientos, balcones, adornos…) y fijarlas a los
elementos estructurales, fijar también a las paredes los muebles, armarios y
estanterías que puedan caerse, colocar en posiciones bajas los objetos pesados
y guardar bien los materiales peligrosos (sustancias químicas, fertilizantes,
gasolinas…) para evitar que se derramen.
En situaciones de emergencia existen una serie de
recomendaciones como desconectar las llaves generales de luz, gas y agua para
evitar cortocircuitos, incendios e inundaciones. “Además, si estamos dentro de
un edificio es preferible no salir y buscar la estructura más fuerte que pueda protegernos
(bajo una mesa o una cama, por ejemplo), no utilizar el ascensor y no usar
velas, cerillas, ni ningún tipo de llama. Fuera lo más adecuado es buscar
lugares abiertos, dado que muchos accidentes se producen en momentos de pánico
al intentar entrar o salir de los edificios o por caída de objetos de fachadas
y tejados”, aconseja el investigador.
Asimismo, los especialistas detallan la importancia
de las medidas preventivas. “Es importante conocer previamente las directrices
de los planes de emergencia en el trabajo, escuela, comunidad de vecinos,
ciudad, etcétera y colaborar en simulacros, así como divulgar desde los
distintos centros de enseñanza, sobre todo en las escuelas, medidas de
prevención y de autoprotección”, sostiene Morales.
En Andalucía, para los expertos, se localizan entre
mil y dos mil terremotos al año y aunque la mayoría de ellos son de magnitud
pequeña y pasan desapercibidos en las zonas habitadas, advierten sobre la alta
actividad sísmica a la que el Sur peninsular está sometido. ” Es un motivo más
que razonable para prepararse, prevenir y minimizar los efectos de posibles
terremotos capaces de generar daños significativos en las estructuras civiles y
población”, apostilla Morales.